pero en especial cuando, poco después del bombardeo, comprobaron que las fuerza holandesas en Rotterdam estaban virtualmente intactas y en posición de mantener sus líneas en Nieuwe Maas, no había ninguna duda en la mente del General Winkelman de continuar con la defensa del país.
Situación a las 15:00 horas
Puede parecer extraño pero había síntomas optimistas en la sede del personal alrededor de las 15:00 horas ese mismo 14 de mayo. El Ejército de Campaña había sido evacuado de forma satisfactoria desde Grebbeline. Las tropas y posiciones en Waterlinie estaban más o menos preparadas para reanudar la defensa exterior del frente del este de la Fortaleza Holanda y las defensas de Rotterdam parecían haberse endurecido y sobrevivido a la dura prueba del ataque de la Luftwaffe.
También una recién formada línea de defensa estaba totalmente preparada en la zona de La Haya y Leiden. Esta funcionaría como un colchón en caso de que fallara la primera línea de Rotterdam (lo cual sería por supuesto un poco más tarde una consecuencia de la capitulación de Rotterdam).
Planearon dos importantes asaltos contra los bastiones alemanes dentro de la Fortaleza, Overschie y Valkenburg. La reducción de las tropas alemanas en estos lugares harían que el Primer Cuerpo, que hasta ahora no había sido ocupado en las defensas en ningún otro sitio, estuviera disponible para reforzar el frente del este y el frente de Rotterdam (más tarde pasaría a llamarse la línea de La Haya-Leiden).
Por otro lado, eran completamente conscientes de que la situación militar holandesa se había vuelto muy delicada. Las medidas estratégicas que se habían puesto en marcha durante los dos últimos días con respecto a la improvisación de dos nuevas líneas defensivas (las líneas defensivas en La Haya y la Fortaleza Holanda del frente del este) no proporcionaban alternativas viables,de resistencia, una vez que se perdieran estas posiciones.
Además, y muy importante, comenzó a haber una seria escasez de munición. Las provisiones holandesas habían sido muy modestas, apoyándose fuertemente en la anticipada ayuda aliada. Además, no surgió ningún planificador o visionario que hubiera esperado la ocupación del ejército holandés en numerosos frentes al mismo tiempo. El hecho de que básicamente el país entero, con la excepción del noroeste, había vivido entre batallas que rugían durante los primeros días de la invasión, había consumido gran parte de las reservas de munición más allá de toda expectativa. De todos modos, las reservas habían sido críticamente bajas.
Parecía un milagro que los alemanes no intentaran por todos los medios destruir las plantas, ya que seguramente estaban al tanto de esta información. Debían pensar que la resistencia holandesa estaría acabada mucho antes de que los depósitos de munición holandesa se agotaran. La capacidad de producción podría entonces ser aplicada a los designios de la Wehrmacht (que es lo que harían pocos días después de la capitulación).
En cualquier caso, la fuerza aérea carecía ya completamente de importancia alguna. En el primer día unos 60 de los 140 aviones en servicio habían sido inutilizados de una forma u otra. Las pérdidas se habían incrementado durante los siguientes días y a fecha de día 14 solo quedaban unos 30 aviones, de los que solo 10 eran de combate, con alguna capacidad de ataque. Además los pilotos estaban casi exhausto. Poco fue lo que la fuerza aérea pudo haber contribuido, ya que al quinto día se redujo a prácticamente nada.
Sin embargo, el Mando General aún confiaba en la victoria. Pensaron que podrían arreglárselas para mantener a los alemanes alejados durante otro par de días. Y el General Winkelman se sintió obligado a hacerlo para por lo menos atraer un número considerable de fuerzas alemanas al teatro holandés para mantenerlos alejados del principal, Bélgica.
La vaga esperanza de un apoyo aliado todavía era bastante intensa, aunque la confianza en el apoyo del ejército británico nunca fue muy fuerte. Con lo que hoy sabemos, conociendo el hecho de que los aliados. Es difícil justificar las esperanzas del Mando General holandés. Pero la imagen que hoy se nos hace tan nítida era un complejo rompecabezas en esos momentos que decidiría el destino de los Países Bajos, esa misma tarde del 14. Un cambio dramático
Los acontecimientos de la última mañana y la tarde, que poco a poco habían llamado la atención del Mando General, rápidamente disminuyeron el optimismo moderado que todavía se percibía en el Estado Mayor.
10.000 hombres con ella. Sin embargo aún era fuerte la fe en que se podría organizar una renovada defensa en la línea La Haya-Ámsterdam. Después llegaron noticias, eta vez por teléfono (alrededor de las 16:15-16:30h), de que también Utrecht había sido amenazada por la Luftwaffe. El texto impreso en los panfletos que dejaron caer se dirigía a Winkelman (la traducción está literalmente hecha del documento):
Al comandante de Utrecht
La línea de defensa holandesa en Grebbe ha sido tomada. Las tropas alemanas están situadas, desde el este, suroeste y sur, apoyadas por carros de combate, y por unidades de la fuerza aérea (bombarderos y Stukas) y están preparados para atacar la ciudad de Utrecht.
Por la presente exijo al Comandante de Utrecht que ceje en esta inútil oposición y que entregue la ciudad para impedir que comparta el destino de los habitantes de Varsovia.
Le pedimos que nos transmita la noticia de la rendición incondicional (Frecuencia 1102 kHz, indicativo HOL).
De lo contrario nos veremos obligados a considerar la ciudad de Utrecht defendida y autorizaremos un ataque con todos los medios posibles.
La carga de responsabilidad de todas las posibles consecuencias que esto acarree pesará exclusivamente sobre usted.
El Comandante en Jefe alemán. 14 de mayo de 1940.
A las 16:30h (probablemente unos minutos más tarde), Winkelman convocó una reunión con sus oficiales de mayor confianza. El General de División van Voorst tot Voorst (Ejército del Estado Mayor) y el Teniente Coronel Wilson (Jefe de Operaciones) y el mismo Comandante en Jefe rápidamente evaluaron la situación. Winkelman recordó a los otros dos oficiales que el Gobierno le había dado instrucciones, antes de su partida a Inglaterra, de que él estaba autorizado (instruido) para rendirse una vez que se hubiera llegado a tal punto en el que la resistencia no contribuyera a ninguna causa justificada. El derramamiento inútil de sangre tenía que evitarse.
El General consideró que se había llegado a ese punto. Él fue plenamente consciente de que su ejército y sus fuerzas aéreas no podrían defenderse, ni a la población holandesa, contra el poder y la fuerza de la máquina de guerra alemana. Especialmente la amenaza alemana contra las más importantes ciudades holandesas fue la base de este sobrio análisis. El General temía, y probablemente estaba en lo cierto, que los alemanes no dudarían en dar a ciudades como Utrecht, Haarlem y La Haya el mismo destino que a Rotterdam. El bombardeo indiscriminado de Rotterdam había mostrado su actitud despiadada y meticulosa respecto a tales operaciones. Dado que más tarde en ese mismo día Den Helder y el 17, la ciudad de Middelburg estarían sufriendo grandes bombardeos contra objetivos civiles, demostró la acertada meditación de Winkelman desde el primer momento. Tras el breve compendio con sus dos comandantes más cercanos, el General consultó al Comandante de la Defensa de Holanda y al Comandante del Campo de Batalla. Los dos estuvieron de acuerdo con la decisión que Winkelman estaba a punto de tomar.
Capitulación
Había llegado el momento de tomar la decisión de rendirse y ninguno de los oficiales de alto rango se habían opuesto.
Todos asumieron que el General tenía razón en cuanto a que la resistencia solo contribuiría a mayores pérdidas y sacrificios y no haría ganar a los holandeses ni a los aliados ningún beneficio considerable.
El hecho de que no se esperaba ayuda aliada respaldaba la decisión de Winkelman como muy comprensible y sensata. Cuando la medida se formalizó, quedó que todas las fuerzas de tierra, aire y mar (en los Países Bajos) abandonarían las armas, con la excepción de las fuerzas holandesas y aliadas en Zelanda. Desde que los franceses habían tomado el control de Zelanda (ver Zelanda 10-17 mayo), Winkelman ya no había puesto límites a la autoridad sobre esta parte de tierra holandesa (y mar).
El General Winkelman en camino a firmar el documento de la capitulación holandesa |
Un detalle importante en el proceso, es que Winkelman, siendo el Comandante del Ejército y de las Fuerzas Navales de los Países Bajos, no informó (ni consultó) al Comandante Naval (el Vicealmirante Furstner, y desde el 14 de mayo, Contraalmirante Heeris). La Armada se enteró de la rendición a través de un telex que portaba esas noticias…
Winckelmann ordenó a sus comandantes de alto rango a las 16:50h dejar sus armas y destruirlas. La mayoría de las tropas en el campo de batalla fueron informadas de estas noticias sobre las 19.00h.
Los alemanes fueron informados por transmisión de radio a los más altos diplomáticos en La Haya, que habían sido confinados en el hotel “Des Indes”. Estos últimos informaron a la oficina de Berlín (y a la OKW, Oberdommando der Wehrmacht) de que el ejército holandés en los Países Bajos cesaría el fuego a las 19:00h (hora holandesa), excepto Zelanda.
Soldados holandeses se rinden a los alemanes |
El General Winkelman se dirigió a la nación a las 18:40h. Su proclama mencionó los logros de las fuerzas holandesas, los sacrificios realizados por los militares y la población civil y el bombardeo de Rotterdam. Winkelman dejó claro que cualquier resistencia era en vano y, más aún, sería costosa. Su declaración terminó con las palabras “¡Que viva Su Majestad la Reina! ¡Que viva la patria!”. A esto le siguió el himno nacional. Nunca se había compartido por tanta gente y al mismo tiempo un momento tan dramático en la historia de Holanda…
A las 19:00h cesaron las hostilidades, excepto en la provincia de Zelanda. La batalla de Holanda había terminado.
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