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lunes, 14 de octubre de 2013

Las consecuencias del fracaso de la Operacion Barbarroja

Entre el 1 y el 5 de diciembre de 1941 toda la ofensiva alemana del Heeresgruppe Mitte (HM), iniciada el 14 de noviembre, quedó progresivamente estancada en todo el frente como consecuencia fundamental de una extenuación casi completa de sus formaciones de combate
y la incapacidad del sistema logístico alemán para alterar esa situación. Moría así la Operación Barbarroja sin que la Wehrmacht hubiera conseguido ninguno de sus objetivos estratégicos (la destrucción del Estado Soviético y del Ejercito Rojo). Esta última ofensiva del HM había sido realmente una jugada suicida del OKH y Hitler, pues colocaba a la Wehrmacht en una situación desesperada: el OKH no tenía reservas de combate de ningún tipo, las formaciones de combate de línea de frente estaban cerca del colapso físico y material, sólo había posibilidad de abastecer el equipo de invierno que la planificación logística de Barbarroja había previsto en base a sus presupuestos de éxito (es decir, equipo de invierno para aquellas formaciones que, tras la victoria, debían permanecer en la Unión Soviética como fuerzas de ocupación), la Luftwaffe ya no podía ofrecer apoyo sustancial, y la meteorología, con temperaturas de hasta -40º C, causaba más muertes que las producidas por los soviéticos. El resultado final de Barbarroja era un fracaso estratégico completo que iba a agravarse como consecuencia de la contraofensiva iniciada el 6 de diciembre por el Ejército Rojo, ofensiva que Stalin, fatalmente para el interés soviético, ampliaría a todo el frente en su segunda etapa iniciada el 7 de enero de 1942 (y estancada el 20 de febrero).

Unos días antes del total estancamiento de la ofensiva alemana, las cifras de bajas de personal oficiales del OKH del 26 de noviembre de 1941 arrojaban un total de 743.112 hombres (23.5% de la fuerza media de la Wehrmacht en el teatro ruso entre el 22 de junio y el 26 de noviembre de 1941).El 31 de diciembre de 1941 las bajas de la Wehrmacht habían aumentado a 830.903 hombres (incluyendo 26.755 oficiales) (2). En los tres meses siguientes de 1942, enero-marzo, los alemanes sufrieron 190.000 bajas más, pasando así el montante total de bajas acumuladas desde el 22 de junio la cifra del millón.

Un informe de situación de 30 de marzo de 1942 sobre el estado de las formaciones de combate alemanas establecía que del total de 162 divisiones de combate del teatro ruso, sólo 8 estaban preparadas para comprometerse de inmediato en cualquier misión, 3 podían emprender operaciones ofensivas si se les concedía un periodo de descanso, 47 sólo podían realizar operaciones ofensivas limitadas, 29 sólo podían disponerse para misiones defensivas limitadas, y 2 no podían comprometerse a corto plazo.De las 16 divisiones panzer de la Wehrmacht, solamente tenían 140 tanques operacionales, es decir menos de la fuerza normal de una división panzer. Además, la desastrosa situación del parque motorizado dentro de esas divisiones panzer hacía que muy pocas divisiones panzer rebasaran el 20% de movilidad. La estación de barros de finales de marzo proporcionó un forzoso paréntesis en las operaciones de combate que fue aprovechado por ambos bandos para reorganizar a sus formaciones y reemplazar las pérdidas.

El efecto de la Operación Tifón y sus fases (30 de septiembre a 5 de diciembre), más la contraofensiva soviética (6 diciembre de 1941 a 20 de febrero de 1942), sobre el material de las formaciones de combate de la  Wehrmacht indicaba al 15 de marzo de 1942 un total de 74.183 vehículos y 2.340 vehículos con oruga perdidos. Estas pérdidas se suplieron con el 10% (7.441) y 80% (1.847), respectivamente. Había igualmente un déficit de 28.000 fusiles, 14.000 ametralladoras, 7.000 cañones antitanque, y 1.900 cañones. Finalmente, se habían perdido 170.609 caballos, y sólo se agregaron 20.000 (15-10-1941 a 15-3-1942). El déficit de personal de la Wehrmacht  era de 625.000 hombres.

Las consecuencias del Rüstungsprogramm B (el programa de requerimientos de la Wehrmacht para Barbarroja) y de la campaña Barbarroja para la economía alemana fueron, al no conseguirse la esperada y rápida victoria en Rusia, de consecuencias estratégicas catastróficas para la economía y producción de armamentos de Alemania.

La situación del combustible estaba llegando al punto crítico de que a principios de 1942, de no mediar una solución, se produciría la “completa parálisis del ejército”. Sólo el vaciado de la reserva operacional de la Wehrmacht y una severa restricción del consumo permitieron conservar la movilidad de la Wehrmacht   La situación de combustible de las marinas de guerra alemana e italiana en noviembre de 1941 fue descrita por la Wehrmacht como “catastrófica”. Para afrontar los requerimientos mínimos de la marina de guerra y la flota mercante alemanas de 90.000 toneladas mensuales de combustible, Alemania sólo disponía de una producción mensual de 52.000 toneladas más unos stocks de 220.000 toneladas. La oficina económica del OKW concluyó: “Esto supone simplemente que no podemos hacer la guerra de forma simultánea con las tres armas de la Wehrmacht”.
La situación también amenazaba con desestabilizar la ya precaria balanza monetaria y fiscal de toda la economía alemana. El departamento económico del Reichsbank resumió el 17 de septiembre de 1941 la situación monetaria alemana en dos sucintas declaraciones: el suministro de bienes de consumo se había reducido a la mitad, y el volumen del dinero en circulación se había doblado. Resultado: una grave disparidad entre la demanda y suministro y la presión inflacionaria creciente. Alemania se enfrentaba a un desastre inflacionario, con un colapso de la productividad y los disturbios civiles. Tal como expresó el Reichsbank, “si sólo hay que vérselas con una guerra corta, se puede aceptar in extremis incluso un desarrollo semejante”, pero esto era algo “improbable”, puesto que todavía había “tres grandes tareas militares que llevaría mucho tiempo resolver” (Tooze, p. 494). Esas tres tareas militares se referían a los frentes ruso, Mediterráneo e Inglaterra.

La crisis también alcanzaba, como no, a la industria pesada por culpa de la situación del carbón y el acero. En la primavera de 1941 prácticamente no existían stocks de carbón en Alemania, y su producción no cubría las demandas. El general Hanneken había informado a finales de junio de 1941, en una reunión del Plan Cuatrienal, que el Grossraum alemán afrontaba un déficit general de carbón de aproximadamente 40 millones de toneladas. Como consecuencia se estaba suministrando a los territorios ocupados a un ritmo de sólo el 60% de sus necesidades. Dentro de Alemania la industria del acero afrontaba una restricción de su consumo de carbón del 15%, que todos los indicios hacían prever que aumentaría al 25%. Ni siquiera los productores de gas y electricidad estaban exentos de estos cortes de suministro de carbón. Como tampoco quedaban sin afectar los grandes complejos de hidrogenación de combustible y Buna (caucho sintético); para suministrar las necesidades de los objetivos de estos complejos industriales, Alemania debía aumentar su producción de carbón con 30 millones de toneladas más, encima del déficit existente de 35-40 millones de toneladas. Entre el 14 y 16 de agosto, en una serie de reuniones del OKW, se llegó a la conclusión de que Alemania tenía que contentarse, debido a las restricciones del carbón, con una producción mensual de acero de 1.65 millones de toneladas, en vez de los 2 millones mensuales. “Combinado con las limitaciones obvias de la capacidad metalúrgica alemana, esto significaba que la distribución general de la Wehrmacht tendría que ser bruscamente recortada para evitar cualquier aceleración posterior de la ya grave ‘inflación del acero’”. (Tooze, 498). Esto significaba, por ejemplo, que la Luftwaffe tenía que abandonar sus ambiciosos programas de producción de aviación de combate y contentarse con reemplazar la aviación destruida en el Frente Oriental en los dos últimos meses; a corto plazo no había acero ni mano de obra para completar las enormes plantas de combustible y caucho sintéticos que serían necesarias para suministrar la gigantesca flota aérea prevista pocos meses antes. El Ostheer sufrió igualmente las consecuencias; el 25 de octubre de 1941 el suministro de acero del ejército se estableció en la miserable cifra de 173.000 toneladas mensuales, algo que no había ocurrido desde la crisis de mayo de 1938. Sin más acero que ese, cundió el pánico entre el mando del Einsatzheer, pues no se veía la posibilidad de reabastecer a la Wehrmacht  para continuar la guerra en 1942.

En octubre de 1941 el Tercer Reich afrontaba una bancarrota de toda su estrategia de guerra, desastre que Hitler parecía no querer reconocer. “Se niega a creer que no hay suficientes materias primas. Después de todo, ha conquistado toda Europa. Hay que darles a las fuerzas armadas todo lo que pidan”, anotó la oficina de Thomas. La Operación Tifón no hizo más que agravar la crisis económica y de producción de armamentos.

Al tiempo que sucedía esto en el bando alemán, en agosto de 1941 Estados Unidos consolidaba la Carta del Atlántico como eje central de la coalición anti-nazi. En Berlín se tomó casi como una declaración de guerra. En octubre, un comité de planificación conjunto angloamericano comenzó a trabajar en un programa descrito simplemente como “los requerimientos de la victoria”. Cuando se redondearon las cifras en la primera semana de diciembre de 1941, “este programa exigía el gasto de no menos de $150.000 millones (más de 500.000 millones de Reichsmarks) solo en los dos años siguientes. Esto era más de lo que el Tercer Reich iba a gastar en armamentos en toda la guerra, y Estados Unidos todavía no había entrado activamente en el conflicto” Tooze, 501).


Fuentes: George E. Blau, The German Campaign in Russia: Planning and Operations 1940-1942

Charles Burdick, Hans-Adolf Jacobsen (eds.), El Diario de Guerra de Halder 1939-1942

Adam Tooze, The Wages of Destruction. The Making and Breaking of the Nazi Economy (


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