Uno de los mitos más extendidos que todavía persiste hoy en día es el que sitúa a Adolf Hitler como el causante de la famosa orden de detener a los blindados alemanes camino de Dunkerque en mayo de 1940.
La evidencia histórica muestra, sin embargo, que fueron Kluge y Rundstedt los causantes de esa orden, que sólo después Hitler confirmó contra la oposición de Brauchitsch y Halder.Ningún autor de los que yo he leído desgrana mejor este incidente que Karl-Heinz Frieser en su magistral The Blitzkrieg Legend, del que sigo los datos.
La evidencia histórica muestra, sin embargo, que fueron Kluge y Rundstedt los causantes de esa orden, que sólo después Hitler confirmó contra la oposición de Brauchitsch y Halder.Ningún autor de los que yo he leído desgrana mejor este incidente que Karl-Heinz Frieser en su magistral The Blitzkrieg Legend, del que sigo los datos.
Corría el 24 de mayo de 1940 cuando los alemanes se encontraban a unos quince kilómetros de Dunkerque, el único puerto del Canal que quedaba abierto para los aliados. Los elementos blindados de la vanguardia alemana ya habían cruzado el Canal Aa, el último obstáculo natural hacia Dunkerque, y ninguna fuerza aliada digna de consideración les hacía frente en su avance para capturar el puerto. Sólo unas pocas horas separaban la consecución de ese objetivo vital que cerraría la última vía de escape del millón aproximado de franceses, británicos y belgas que combatían, en la mayoría de los casos, a unos cien kilómteros de distancia a las fuerzas del Grupo de Ejércitos B. Estaba a punto de cerrarse la trampa para los aliados. Entonces, cuenta Frieser, sucedió "uno de los episodios más extraños en la historia militar del siglo veinte, el 'milagro de Dunkerque'. Con increíble asombro, los soldados aliados descubrieron que los panzers alemanes se habían detenido repentinamente, como parados por encantamiento".
Las unidades blindadas alemanas no se habían detenido por arte de magia, sino porque sus comandantes habían recibido una orden superior en tal sentido. Pero no fue Hitler quien dio esa orden el 24 de mayo, como muchos todavía creen hoy en día. No podía darla por que ya la habían recibido y los panzers ya se habían parado. Lo que hizo Hitler fue intervenir en el punto más caliente de una crisis de mando que se había producido dentro del cuerpo del generalato alemán. La causa inmediata de la orden de paro, explica Frieser, yacía en la "controversia que constituye la esencia de este episodio, es decir, el conflicto entre los tradicionalistas y los progresistas".
La víspera de este episodio, el 23 de mayo, hubo considerables discrepancias entre el cuerpo de los oficiales generales con respecto al empleo posterior de las formaciones blindadas. Había, a grandes rasgos, dos opiniones discrepantes; por una parte estaban los generales al mando de formaciones panzer a nivel táctico (cuerpo y divisiones) que querían atacar tan rápidamente como fuese posible; de la otra estaban los comandantes en jefe de ejército (Kluge) y grupo de ejércitos (Rundstedt) que querían detener a los panzers para permitir cerrar a la infantería.
Ante esta discrepancia, el OKH resolvió a favor de un rápido avance, mientras que Hitler y el OKW resolvieron en contra.
Todo el problema giraba en torno a la protección de los flancos de la cuña blindada. Rundstedt temía que los aliados, en su huida, pudieran flanquear a las divisiones panzer e incluso que su propio Grupo de Ejércitos A quedara cercado.
Al trazar la historia de la "orden de paro", Frieser encuentra en von Kleist al hombre que, sin quererlo, puso a rodar el engranaje que activó finalmente la orden de paro. Por órdenes del grupo de ejércitos, Kleist se había visto obligado a dispersar a sus unidades para el cometido de varias misiones, como por ejemplo brindar una protección de flanco hacia el sur. De esta forma, ya no se sentía en una posición "de alinearse para un ataque decisivo". Por ello declaró, bastante irritado, que "Tras las pérdidas sufridas durante los últimos 14 días de combate, especialmente en términos de tanques, que se elevan a más del 50 por ciento, el Grupo ya no es suficientemente fuerte para montar un ataque al este, contra fuertes fuerzas enemigas. Si el enemigo ataca en fuerza, entonces me gustaría observar a propósito que las divisiones panzer están poco adecuadas para la defensa".
Halder no tomó en serio la valoración de Kleist, tomando su estimación de pérdida de tanques (que distaba mucho de ser correcta) como una excusa, quizás porque no se sentía capacitado para llevar a cabo una empresa de tal envergadura. Pero el mensaje de Kleist sí tuvo efecto en Kluge, que en ese particular momento estaba sobrecargado por la situación, pues además de las divisiones de infantería de su ejército, tenía bajo su mando un total de diez divisiones panzer y seis divisiones motorizadas que habían sido combinadas como fuerzas móviles (Schnelle Truppen) sobre el ala izquierda de su ejército, entre la costa del Canal y Arras, mientras las divisiones de infantería de a pie estaban avanzando en el ala derecha entre Arras y Valenciennes. A las 16:40 horas, Kluge habló con Rundstedt y pronunció por primera vez el fatídico término aufschliessen (cerrar), sugiriendo que se detuvieran a las unidades más rápidas del ala izquierda para permitir cerrar a las que les seguían. Rundstedt estuvo de acuerdo y emitió la siguiente orden el 23 de mayo: "En otras palabras, el ala derecha y el centro han de continuar avanzando, el resto tiene que cerrar, las divisiones de infantería [tienen que ser] adelantadas". De esta forma, el cuartel general del Cuarto Ejército emitió a las 20:00 horas del 23 de mayo una "orden de cierre" para el 24 de mayo, según la cual sólo a los cuerpos de ejército II y VIII (dos cuerpos de pura infantería) se les permitía continuar el ataque al este de Arras. En cambio, los grupos panzer de Kleist y Hoth debían interrumpir su avance durante un día "para realizar todos los preparativos para continuar el ataque el 25 de mayo".
Por tanto, bastante tiempo antes de que se emitiera la orden de paro de 24 de mayo, los panzers alemanes ya estaban parados por las órdenes que Kluge y Rundstedt habían emitido el día anterior. La orden de cierre llegó a las tropas alemanas durante la noche del 23-24 de mayo, y fue recibida con incomprensión y protestas. Pero además las discrepancias entre los generales alemanes fueron en aumento durante esa noche debido a la interferencia del OKH. El Grupo de Ejércitos B había empezado la campaña con 29 divisiones, pero ahora sólo tenía bajo su mando 21; en cambio, el Grupo de Ejércitos A (Rundstedt) había aumentado su activo a 71 divisiones, incluyendo todas las formaciones móviles. Halder creía que Rundstedt y su estado mayor no estaban manejando con determinación esa enorme masa de 71 divisiones. Brauchitsch, comandante en jefe del ejército de tierra alemán, había dejado hasta entonces que Halder, el jefe del EMG, condujera la campaña en sus puntos esenciales, pero ahora, en esa noche, intervino con determinación. Alrededor de la medianoche ordenó al Grupo de Ejércitos A que traspasara al mando del Grupo de Ejércitos B el Cuarto Ejército de Kluge, orden que debía estar cumplimentada a las 20:00 horas del 24 de mayo. Esta orden significaba para Rundstedt, hasta entonces al mando de todas las divisiones panzer, que sólo se quedaría con una división panzer, algo que no le gustaba en absoluto por su temor con la protección de flanco a lo largo del Somme.
El 24 de mayo por la mañana, Hitler visitó el cuartel general de Rundstedt en Charleville para discutir con él sobre el posterior empleo de las formaciones panzer. Se sorprendió al enterarse de que Rundstedt debía pasar el Cuarto Ejército, con todas sus divisiones panzer y motorizadas, al Grupo de Ejércitos B, y que ya no iba a ser responsable de Dunkerque, sino sólo del sector del Somme, medida radical que se había ordenado sin la aprobación de Hitler e incluso sin su conocimiento. Por tanto, Hitler declaró inmediatamente la nulidad de las órdenes del OKH, al tiempo que concordaba "total y enteramente" con la pesimista estimación de la situación que había hecho Rundstedt, pues era "completamente idéntica a mis pensamientos". Así, la famosa "orden de paro" de Dunkerque fue cursada por el cuartel general del Grupo de Ejércitos A a las 12:45 horas del 24 de mayo de 1940: "Por órdenes del Führer, el ataque al este de Arras será continuado por el VIII Cuerpo y, al noroeste, por el II Cuerpo en cooperación con el ala izquierda del Grupo de Ejércitos B. Por otra parte, la línea general Lens-Bethune-Aire-St. Omer-Gravelines (la línea del Canal) no será cruzada al noroeste de Arras. En el ala occidental, en cambio, lo importante es conseguir reunir (cerrar) a todas las fuerzas móviles y forzar al enemigo a dirigirse a la mencionada favorable línea de defensa".
Más tarde, Rundstedt creó el mito echando toda la culpa a Hitler, como si éste le hubiera obligado a cursar la orden de paro; Blumentrit lo extendió y Liddell Hart se encargó de consolidarlo propagándolo en la historiografía. Pero la realidad es que la orden de paro de 24 de mayo no fue más que la confirmación y continuación de la orden de cierre que Rundstedt ya había emitido el 23 de mayo. Hitler era partidario de detener a los panzers, pero dejó manos libres a Rundstedt en cuanto a medidas individuales y, sobre todo, a la duración de la parada, como confirmaron el ayudante de Hitler para el ejército, Engel; el jefe de operaciones del OKW, Jodl, quien escribió en su diario el 25 de mayo: "El Führer....deja la decisión al Grupo de Ejércitos A", y, definitivamente, el diario de guerra del Grupo de Ejércitos A, que reza al respecto que Hitler "dejó expresamente la manera de conducir el combate del Cuarto Ejército" a von Rundstedt.
Véase Frieser, The Blitzkrieg Legend (Naval institute Press, 2005), pp. 291 y ss. en el Capítulo 8, "The 'Miracle of Dunkirk'".
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